La crisis educativa sigue siendo muy grave en el país. Más allá de las múltiples explicaciones, es de notar un problema de concepción. Luego del absurdo escándalo que suscitó la emisión del programa “Aprendo en Casa” sobre discriminación lingüística, empecé a darme cuenta que algo muy importante se había destapado. A pocos días de dicho incidente (fomentado, por lo demás, por los grupos de poder), el ministro Martín Benavides deslindó el hecho señalando que se trataba de “una oportunidad para tocar temas que no han sido abordados históricamente: educación ciudadana para integrar más este país y prevenir la discriminación”. Sin embargo, es triste comprobar que nada de ello ha continuado ocurriendo; más bien, ha sucedido todo lo contrario. 

Durante estos meses, he venido siguiendo los programas de “Aprendo en casa”, específicamente aquellos dirigidos a los educandos de 5to de secundaria, y me he dado con la sorpresa de que casi todos tienen un sello de ‘educación positiva’ o de lo que se ha venido a llamar el ‘giro educativo hacia la felicidad’: un enfoque que surge de las estrategias del marketing contemporáneo, donde se exacerban los valores empresariales, el individualismo, y ciertas habilidades cognitivas y emocionales. En el Perú, este tipo de discursos existen desde hace mucho, pero solo desde hace unos años han empezado a ingresar al ámbito escolar. Diversos investigadores en educación han cuestionado esta moda y han señalado que se trata de un movimiento guiado más por intereses económicos que por criterios pedagógicos.

Así por ejemplo, el lunes 20 de abril, la emisión empezó con el debatido tema de ‘Productos financieros’, donde se les enseñó a los educandos cómo conducirse en el sistema bancario. Entre otros, los siguientes temas han sido: ‘¿Por qué es tan importante la autoestima?’, ‘Manejo de emociones’, ‘Toma de acuerdos para una buena convivencia armónica y saludable’, ¿Qué es la resiliencia?’, ‘Liderazgo’, ‘Empatía y escucha activa’, ‘Vivir consciente (mindfullness)’.

Además, también se han trabajado las temáticas del ‘emprendimiento’ en varias oportunidades. Si bien hubo un programa titulado ‘¿Por qué es importante conservar la diversidad cultural?’, el tema fue abordado mediante un discurso superficial que redujo la diversidad a las diferentes características personales de los estudiantes y no tomó en cuenta las dinámicas sociales. En lugar de leer a Gonzalo Portocarrero, Maruja Barrig o Maria Emma Mannarelli, la educación peruana ha decidido difundir solo las ideas de los autores de autoayuda.

¿Qué está ocurriendo entonces en la educación peruana? ¿A qué se debe el interés por estas temáticas? ¿Qué tipo de agenda política subyace a la promoción de la ‘educación positiva’ y el ‘coaching empresarial’? Como si fuera algo neutral y desideologizado (o ‘pedagogía’ a secas), nos encontramos insertos en un modelo educativo que privilegia valores que son funcionales al mantenimiento del sistema y no a la posibilidad de su cambio y transformación. Para muchos pensadores actuales, refutar al optimismo es una condición esencial del cambio político. De hecho, hemos notado que muchas veces el optimismo impide ver los problemas de fondo y afrontar las crisis que subyacen. Estas pasadas décadas de celebración macroeconómica (por parte de algunos) son notable prueba de ello. El gran Terry Eagleton (profesor emérito en el Perú) ha escrito un libro titulado “Esperanza sin optimismo”, donde precisamente señala que podríamos vivir mejor como comunidad sin el discurso (a veces simplón) del optimismo reinante.

Dicho más claramente: en lugar de promover la responsabilidad hacia el bien común, en lugar de enseñar la historia de la corrupción en el Perú, en lugar de reflexionar sobre la construcción de la masculinidad y el incremento de feminicidios, hoy (y a pesar de que la pandemia ha revelado que el caos se debe al desinterés por lo público) se continúa promoviendo la producción de ciudadanos individualistas preocupados por su simple éxito personal. Bajo el actual modelo neoliberal (insisto, tan ideológico como cualquier otro), el individualismo se ha naturalizado tanto que hoy parece neutral y objetivo.

Más allá de si esto deba enseñarse o no, el problema es que hoy esta perspectiva psicologicista (poco seria, por lo demás) parece hegemonizar todo el discurso educativo en 5to de secundaria. El miedo (y la autocensura) para discutir otros temas han hecho que el Ministerio de Educación haya decidido no invitar más a los intelectuales a los programas de “Aprendo en Casa”; y la presión de los grupos de poder ha impedido que los jóvenes del Perú se enriquezcan y conozcan el trabajo académico. Se está perdiendo una oportunidad enorme de articular la universidad con la escuela peruana. Lo que los programas de “Aprendo en Casa” transmiten es la idea de que los educandos solo viven en función de sus emociones y que no forman parte de una sociedad con una historia específica. Las problemáticas de la ‘raza’, el género, la desigualdad o la ecología ya no tendrían ningún espacio en la escuela.

En efecto, parecería que los manuales de autoayuda lo han tomado todo en la vida cotidiana: desde la forma en la que saludan los vendedores en los servicios de fast food hasta lo que se les enseña a los jóvenes peruanos. Es más, este tipo de educación está resignificando la categoría de ‘ciudadano’ (y el área escolar de ciudadanía), reducida hoy a simples valores empresariales que, como sabemos, no son –al menos en el Perú- los más éticos, solidarios y ecológicos. Es vergonzoso, por ejemplo, que hoy la Confiep se oponga al cuidado del medioambiente y no quiera firmar el acuerdo de Escazú: es eso precisamente lo que deberían estudiar los alumnos de 5to de secundaria.

En suma, nos encontramos en un momento en que la educación parece haber caído en una visión muy simplista de lo que significa educar. El incidente del programa sobre discriminación lingüística, no solo ha revelado que los grupos de poder existen y no están dispuestos a que se cuestione nada que trastoque un sistema que los sigue beneficiando, sino que ha destapado las presiones que estos grupos están ejerciendo sobre el Ministerio de Educación, sobre los contenidos que se imparten y sobre las subjetividades que se forman. La carta (casi chantajista) que Raúl Diez Canseco le envió al actual Ministro de Educación (que hoy es motivo de varios trabajos de investigación en los cursos de “Análisis del discurso”) es una fehaciente muestra de ello. Es realmente una pena que la educación peruana para los jóvenes de 5to de secundaria esté ofreciendo lo mismo que los libros pirateados de autoayuda que se venden por todas la calles del país.

Felizmente, la pandemia ha permitido que visibilicemos con mayor claridad los contenidos que el Ministerio de Educación está impartiendo actualmente a los educandos; pero, felizmente también, no nos cabe duda que muchos maestros del Perú saben otras cosas y tienen suficiente agencia para intentar formar a sus estudiantes con responsabilidad hacia la vida pública (la vida democrática) en el marco de una educación crítica, humanista y solidaria.


Ilustración: CodeArticle